Siempre me han llamado la atención los robots, y no por ser perezoso o prefiera que hagan las cosas por mí. Es la sensación de ver una “atracción
de feria” tecnológica, que cautiva por la simple idea de tener ante los ojos un
montón de materia estanca, análoga, sin vida, capaz de aprender a “hacer cosas
por sí sola”. Cada vez más, creamos
robots, entidades mecánicas, que nos ayuden o suplanten en la realización de
actividades específicas.
En la categoría de “robots personales”, de índole doméstica,
la mayoría de nosotros identificamos sobre todo los típicos robots de cocina,
estáticos que persiguen facilitar la tarea de preparación de alimento. O los
aspiradores robot, en este caso móviles,
que se pasean y limpian solos la casa. Incluso, si forzamos nuestra perspectiva de “futuro
tecnológico”, podríamos encajar en el mismo ambiente doméstico los llamados “Androids”,
que además de buscar imitar la inteligencia humana, tienden a imitar la
mecánica, sentidos, incluso sentimientos de las personas, y todo por un mismo
fin: conseguir que hagan las cosas por nosotros.
Es evidente como con los Antroid buscamos no solo que hagan
las cosas por nosotros, sino que también las hagan como nosotros y quizás esta última
exigencia sea el planteamiento erróneo por motivo del cual los androids siguen alejados
considerablemente de la realidad cotidiana.
Estoy seguro de que el cuerpo humano tiene la configuración
material, mecánica, funcional y estética perfecta (sea fruto de la evolución, divinidad o
naturaleza a secas) para los humanos, pero la reflexión no va sobre nosotros, y
digo esto porque no pretendo abrir
debate sobre la perfección del cuerpo, tampoco sobre las ventajas y desventajas de la integración de tecnología en nuestras vidas. Pretendo hablar sobre una particular tendencia de la tecnología: el Android.
Retomaría el hilo con unas interrogaciones acerca de la validez del cuerpo humano y de nuestro modo de hacer las cosas: ¿Y para la tecnología? ¿Es el rumbo del Android favorecedor a su propia existencia, razón de ser creado? ¿Encuentra la tecnología su máxima aplicación y eficiencia en nuestro mecanismo orgánico (cuerpo) y modo humano de hacer las cosas o simplemente en la finalidad de nuestra actividad? ¿UN ANDROID NECESITA OJOS, piernas, brazos? Es esta última interrogativa la que arroja luz sobre la “tesis central de esta reflexión”: debemos dejar que el “Andrid” haga las cosas como las hace la tecnología si de verdad buscamos implantarlos en nuestra vida cotidiana.
Retomaría el hilo con unas interrogaciones acerca de la validez del cuerpo humano y de nuestro modo de hacer las cosas: ¿Y para la tecnología? ¿Es el rumbo del Android favorecedor a su propia existencia, razón de ser creado? ¿Encuentra la tecnología su máxima aplicación y eficiencia en nuestro mecanismo orgánico (cuerpo) y modo humano de hacer las cosas o simplemente en la finalidad de nuestra actividad? ¿UN ANDROID NECESITA OJOS, piernas, brazos? Es esta última interrogativa la que arroja luz sobre la “tesis central de esta reflexión”: debemos dejar que el “Andrid” haga las cosas como las hace la tecnología si de verdad buscamos implantarlos en nuestra vida cotidiana.
Dicen que “Selfie“ es
la palabra del año 2014, yo digo que Wireless es la palabra del siglo XXI. Al
final la tecnología encuentra su rumbo, su modo de hacer las cosas. “Wireless”
se convierte en una especie de “poder paranormal” y en un balance de conceptos podríamos
mencionar que la tecnología iguala lo paranormal. La tendencia es evidente:
<<accionar sin acción>>. ¿Para qué desplazarse si tenemos en
nuestras manos el poder “paranormal” que nos otorga la tecnología? ¿Para qué
hacer de mi perro un “Home Guard” si puedo estar en casa sin estarlo? Tampoco pretendo hablar sobre demótica,
wearable, o <<el internet de as cosas>> en general, y vuelvo a retomar el hilo con otro interrogatorio:
si los seres humanos tendemos a interactuar con todo los que nos rodea sin
necesidad de contacto directo ¿por qué necesitaría un android brazos?
No soy graduado en robótica, ni informática y tampoco
mecánica. Soy diseñador y defiendo el valor, o mejor dicho validez, de mi manifestación/ reflexión hacia un campo
que “no me pertenece” con la afirmación de que los hechos siguen a las ideas. Más me hubiese gustado a mi poder cambiar “la
visión japonesa” del Android, desvincular este fruto de la inteligencia humana
del humano y permitirle utilizar por nosotros el “poder paranormal” que hoy nos
otorga la tecnología. Y digo esto porque hay gente que ya ha
planteado esta reflexión e incluso están
en proceso de convertir en hechos sus conclusiones.
Si aún no lo conocen, les presento a “MAYA”, un personal robot,
desarrollado por Robotbase. Como estoy fuera de mi campo y además, una imagen
vale más que mil palabras les invito a ver dos vídeos que sus creadores ponen a nuestra disposición para conocer la materialización del concepto que vamos reflexionando. Se trata de un primer vídeo promocional, seguido de otro informativo.
Si antes la tendencia era clara, ahora ampliamos horizontes.
Si decíamos que tendemos a utilizar el “poder paranormal” de la tecnología para
estar sin estar o hacer sin hacer, pasemos a otra dimensión: dejemos que sea la
propia tecnología la que use por nosotros el “poder paranormal”.
Y volviendo a los Androids, quitémosles los ojos, brazos y
patas; dejemos que la tecnología haga las cosas a su manera; dejemos que la
tecnología sea una extensión de nuestro cuerpo y no una copia del mismo.
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“MAYA” es un proyecto ambicioso, que busca ampliar el
horizonte del desarrollo tecnológico. Este proyecto fue publicado en Kickstarter.com
hace apenas una semana y ya ha superado en un 20% la financiación propuesta.
Si lo
desean, podrán obtener más información e incluso participar en el desarrollo de
este proyecto haciendo click aquí: MAYA on KickStarter.-----------
Abierto al debate.